lunes, 3 de noviembre de 2008

Kiara II

La luz comienza a filtrarse por entre los tablones del establo, se oía el ruido del resto de los animales con los que compartía el techo, los ovinos, equinos patalean y bufan, pronto llegarían a ordenar a las vacas y cabras, pera sacar a pastar a los animales y las mulas al campo a trabajar, el caballo del señor de la casa seria cepillado y acicalado, pocas veces había estado el día completo en este sitio, ya que tan pronto como ordenan a las vacas me sacan de la jaula para llevarme adentro a cumplir con mis funciones.

La puerta del establo se abrió con el rechinar de las bisagras al empujarla pesada puerta, mire perezosa al sitio, se abría dejando entrar toda la luz de la mañana, así me arrodille para estirar un poco mas mi cuerpo entumido por la noche agarrotada que paso, mi espalda sintió los barrotes que cubrían el techo de mi jaula, sonreí al ver al hombre con dos cubos de madera entrar, este iba directo a donde estaba yo, ya habrían pasado tres anos desde que lo veo entrar todas las mañanas, había pasado toda mi vida en aquel sitio, cuando el me propuso escapar rehúse, no conocía otro mundo, así, se acerco a al jaula, abriéndola primero, así mis pies podrían hacerse hacia atrás pera poder salir, pero el tiron de la cadena que me mantenía la muro detuvo mi avance, el chico soltó una risa, era un chico entre los humanos, apenas alcanzaría la primera veintena.
-Calma Kiara, cual es la prisa.-
A mi aquello no se me hacia divertido, pero ronronee moviendo mi cuerpo para que se apurara, mi cuerpo no se mantenía del todo desnudo, me habían dado una especie de chaleco de piel que no alcanzaba a cubrir la totalidad de mis senos y una especie de faldita también de piel marrón, con el agujero justo para que saliera mi cola, mi cuerpo estaba cubierto por un pelaje dorado, que decían combinaba con la piel marrón que portaba, según me dijo el chico una vez, mi rostro se parecía al de un mapache por tener un antifaz negro, nunca me había visto mi rostro, así que supongo que lleva la razón.

Cuando por fin me saco de la jaula, el no usaba las cadenas para mantener mis articulaciones fijas, confiaba en mi, me dio un cubo, yo le sonreía, me agradaba estar con el, le llamaban Abel, era un hombre joven, su cuerpo se veía fibroso bajo la tela, su cabello negro y su tez blanca, tenia un rostro amable coronado por dos ojos marrones, era un buen espécimen, joven y sonador, pero cuando me descubrió embotada mirándole chasqueo los dedos, por lo cual tome mi cubo y fui a llenarlo con leche de cabra, era un problema, pero Abel me dejaba beber de la cubeta si deseaba, el termino rápido con las vacas, lleno un cubo, solo tenia que ordenar a una tenia suerte, yo tenia cuatro cabras para llenar el cubo, además, son las únicas con las que puedo hacerlo, no se pueden ordenar todas por ves. Termine con las cabras, ahora venia la parte que no me gustaba mucho, no me podía acostumbrar a tener las manos atadas, Abel sostenía dos cadenas me miraba con una cara de resignación, yo baje la mirada, extendiendo ambas manos.
- Se que no te gusta, pero sabes que son las reglas.-
Asentí suavemente, El trababa el final de la cadena en las argollas de las manos, y el otro extremo en el pie del mismo costado, no eran largas, no me permitían estar erguida, eran del tamaño justo para andar a gatas, Abel sostenía la cadena que colgaba de mi cuello, guiándome, a la fuerza, ya que aun me resistía a avanzar a la cabaña principal.

Entramos por la cocina, Abel le dejo a otra Humana los baldes con leche, y me seguía guiando a la fuerza a la siguiente habitación, me negaba, incluso aullaba quedamente para que Kael no oyera, pero termine cediendo, como siempre, odiaba la mañana y mas la noche, cuando al fin estuve en el llamado comedor, soltaron las cadenas, pero no mucho, ya que me volvieron a atar, a un caballete que me mantendría así, arrodillada, y fija al suelo, con las piernas ligeramente separadas, cuando Abel había terminado apenas con el ultimo cerrojo se oyó una potente voz cruzar la habitación, cosa que me erizo los cabellos como lo había siendo desde hace un par de meses.
-Como esta mi chica, lista para el desayuno?-
Claro que no me hablaba a mí, fue Abel el que respondía.
-Lista señor, ahora si me permite.-
-Claro chico, márchate y cierra la puerta.-

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