miércoles, 28 de enero de 2009

Lust (4)

Cuando Ana despertó a la mañana siguiente, no recordaba muy bien como había vuelto a casa. Tenía resaca, la cabeza le dolía un poco por lo que supuso que se había pasado un poco bebiendo la noche anterior.

Se incorporó, la habían puesto su camisón de raso pero cuando intentó levantarse se dio cuenta que estaba esposada con una mano al cabecero de su cama.

-¡Maldita sea!- Intentó zafarse, pero le resultaba imposible.
La puerta de la habitación se abrió y Jezabel, la sumisa de Carlos entró con una bandeja y el desayuno.
-Buenos días dormilona- Dijo sentándose en la cama -¿Cómo has pasado la noche?
-Oye, dame la llave de las esposas Necesito ir al baño- Musito limpiándose los ojos.
-No puedo hacerlo, no las tengo. Te he traído el desayuno por orden de mi Señor. Está abajo con Darío.
-¿Pero por qué me esposaron? ¿Quién lo hizo? ¿Qué paso ayer?- Preguntó algo molesta.
Jezabel sonrió y colocando los cojines de la cama para ponerla cómoda la puso la bandeja en las piernas con una taza de café, unos bollos de pan, mantequilla y zumo.
-Tranquila Ana, la primera norma de todo esto es confiar. Si no puedes hacerlo de nada vale. No debes temer nunca. Yo jamás temo las decisiones de Carlos.
-Yo lo conozco de hace dos días. Ni siquiera se donde vive
-Lo sé, pero también sé que en tu caso lo tienes sólo para ti. Yo soy una más y he de conformarme con ello. ¿Me entiendes?- Dijo Jezabel suspirando.
-Jezabel- Dice Ana- Esto es un juego entre él y yo, nada más. Una apuesta. Llámalo así. Ambos nos divertimos. Descubro cosas nuevas…
Jezabel se levanto de la cama y se dirigió a la puerta.
-¿Estás segura de ello?- Preguntó agarrando el tirador de la puerta- He de irme, come algo por favor. Te sentará bien.

Cerró la puerta tras de sí y Ana se quedó pensando lo que la había dicho.
Una voz en su cabeza sonó.
-Es sólo una semana. No puedes enamorarte de ese hombre y de la vida que pretende que lleves con él - Dijo la voz- Vamos Ana, eres una mujer adulta, no le interesas, sólo disfruta demostrando su poder sobre ti y tomándote como una zorra. Ambos disfrutáis. Es sólo eso.
Una semana, sólo una semana de nuevas experiencias y todo terminará.

La puerta volvió a abrirse mientras Ana absorta en sus pensamientos terminaba el desayuno, intentando mantener el peso de la taza rebosante de café con una mano. Darío entró, la sonrió y se acercó a la ventana quedándose inmóvil observando el paisaje de fuera.
-Pensé que no podría manejarte con tanta facilidad y sigues cediendo a mis antojos sin apenas preguntarme - La dice sin mirarla- Un día más ¿Aceptas?
-Por supuesto- Le dice dejando la bandeja en un lado de la cama
-No esperaba menos de ti - Contesta - Te preguntaras por que estas esposada a la cama. Te diré que cuando volvimos a la cabaña, tu misma me lo pediste.
-¿Cómo?-Extrañada Ana se quedó mirando a Darío que seguía mirando por la ventana.
-Tu misma me suplicaste que te atara a la cama y te cojiera como una puta, jadeabas como una perra mientras te metía el pene una y otra vez y el no poder moverte te ponía aún más cachonda- Darío sonrió- Es increíble donde puedes encontrar una verdadera perra sin ni siquiera planteártelo-Sacó una llave del bolsillo del pantalón, se aproximó a la cama y soltó las esposas del cabecero.
-No soy una perra, sólo te demuestro que soy capaz de ser como tus amigas, incluso mejor que ellas- La voz de su cabeza vuelve a reventarle las entrañas- “Mentirosa”.

Ana con gesto de dignidad mira Darío que sigue de pie al lado de la cama. Al escuchar aquella afirmación Darío la coge de la muñeca y la arrastra al suelo. La coge del pelo y la acerca a su cara inclinándose. Pasa su lengua por la cara de Ana y la muerde el labio inferior con fuerza provocando un grito de dolor en ella.
- No te confundas conmigo- La dice- Mientras mantengas tu apuesta y sigas a mi disposición tus gestos de prepotencia los pagaras caros
Arrastra por la muñeca a Ana hasta un espejo, al otro lado de la habitación y cogiéndola de nuevo por el pelo la acerca la cara a él.
-Mírate Ana y dime lo que ves. ¿Sabes lo que veo yo? Veo una maldita puta reprimida con una vida demasiado cómoda y correcta para plantearse lo que realmente es.
-Por favor, me estas haciendo daño…
Darío la soltó con brusquedad, Ana se disculpaba sin saber muy bien por que, pero la dolía en el alma que aquel hombre no estuviera contento con ella, se había acostumbrado a ver su cara de orgullo cada vez que ella aceptaba algo que viniera de él y eso la llenaba como nunca nada la había llenado tiempo atrás.

Se agarró a la pierna de Darío con fuerza, pidiéndole perdón por su atrevimiento. Entonces Darío abre la puerta y dando una voz llama a Carlos, que por los ruidos en la casa se encontraba en el piso de abajo con Jezabel. Este sube con rapidez se acerca de Darío, y sonríe cuando este le dice algo en un tono que no Ana no pudo percibir.
-¡Jezabel!- Gritó.
La joven no tardó en aparecer tras la llamada de su Señor. Ana no se enteraba de la conversación que tenían por que hablaba con su sumisa muy bajo. Darío salió de la habitación y volvió al poco con una cuerda. Tiro de Ana y la ató por las muñecas de espaldas a él al piecero de la cama.
-Separa las piernas, inclina la cabeza y no se te ocurra moverte.

Carlos y Jezabel salieron de la habitación. La joven sumisa miró a Ana con tristeza y entonces se dio cuenta de lo que iba a pasar. Apoyada de pie en el cabecero y totalmente inmovilizada sin poder ver a Darío notó el primer golpe seco en el culo con una fuerza que la impulso hacía adelante con brutalidad.

Ana dio un grito al notar aquel golpe tan fuerte sobre su piel. El segundo fue peor, la quemó las piernas y el dolor se clavo como cuchillos por todo su cuerpo. No podía apenas mantenerse en pie, tras un golpe siguió otro, después otro más hasta que perdió la cuenta y sus lágrimas invadieron su rostro y cayeron por sus mejillas. Suplicaba que parara y eso hacía que Darío la diera aun más fuerte si cabe. No entendía nada, no podía aguantar un golpe más y sus piernas fueron cediendo hasta que por fin, aquel hombre se apiado de ella.

Soltó sus muñecas y Ana cayó en el suelo rendida por la tensión y el dolor. El culo la ardía y notaba latidos en todo su cuerpo, como si tuviera varios corazones, como si tuviera el corazón que en aquel momento le había faltado a Darío latiéndole por todo su ser.

Darío se acerco a ella, la tomo por los hombros y la levantó del suelo apartándole el flequillo lleno de sudor de la frente y limpiándole las lágrimas con la mano.
-¿Por qué?- Sollozó Ana-¿Por qué?
-Por qué era necesario- Le dijo él saliendo de la habitación y dejándola sola.
Mientras se peinaba y arreglaba, las marcas de los golpes se iban haciendo más visibles. Cada vez que Ana se daba la vuelta y se contemplaba el culo en el espejo, recordaba el enfado de Darío y se angustiaba buscando una solución. No debió hacerle aquel comentario, no debió y temía que aquello terminara.

Tras ducharse, vestirse y arreglarse bajo al salón creyendo encontrarse a Carlos y su sumisa allí, pero sólo estaba Darío tumbado en el sofá medio dormido. Ana se acercó a él y algo se activo en su cabeza que la hizo ponerse de rodillas delante del sofá y seguir a gatas acercándose con su diminuta falda blanca corta, y su camiseta que dejaba entrever sus pechos redondos sin sujetador. Quería complacerle, hacerle sentirse orgullosa de ella .Darío abrió los ojos y la siguió con la mirada. Ella al llegar al sofá quedo parada frente a él, mirando hacía el suelo, sin levantar la mirada con las palmas de la mano apoyadas en sus rodillas, esperando que Darío la dijera que debía de hacer.

-Date la vuelta y ponte a cuatro patas quiero verte las marcas del culo - La dijo
Ella así lo hizo. No llevaba bragas, sabía que eso le gustaría. Apoyó las manos en el suelo y se inclinó. Darío pasó la mano por las heridas y luego un dedo por su sexo.
-Buena perra, así aprenderás a comportarte como debes-Dijo incorporándose-Separa más las piernas, y abre bien la vagina, quiero verla bien.
Ana separa las piernas y con las manos separa los muslos abriendo así más el sexo.
- Me lo he merecido - Susurró- No volverá a pasar
-Deberías sentirte orgullosa de llevar esas marcas, por que demuestran que perteneces a alguien que te enseña cuando no estas a la altura. ¿Vas a ser una buena putita?
-Si- Contesta Ana.
-Si ¿Qué?- Dice Darío.
-Si mi Señor- Sin pensarlo contesta y se le llena la boca cuando se oye.
Darío mete sus dedos en la boca de Ana, que los chupa y luego los mete en su sexo, provocándola un gemido de placer. Mientras la folla con los dedos, acaricia con el pulgar su clítoris y poco a poco los flujos de su vagina empiezan a impregnarle la mano.
-Límpiame la mano. Estas chorreando como una zorra. ¿Qué pasa Ana? ¿Quieres que te coja?-La dice.
-Por favor Señor, lo necesitó- Contesta ella.
Darío la apoya la cabeza en el suelo, poniéndola aun más con el culo en pompa, se baja la bragueta y apoya la punta de su pene sobre el sexo de ella.
-Pídemelo como una buena puta - La dice.
-Por favor fóllame- Le dice
-Sabes hacerlo mejor zorra, vamos, pídemelo como debes.
-Te suplico que me cojas como una puta, como una zorra, por favor Señor tómame-Contesta Ana mientras nota la punta del pene de Darío rozando los labios de su sexo.
De una embestida Darío mete su pene dentro de la vagina de Ana. Suelta el cinturón de su pantalón mientras empuja hasta el fondo y la rodea con él el cuello. La acerca hacía él, mientras sigue penetrándola hasta tener su espalda pegada a él.
-Eres mía- La dice al oído, apretando con más fuerza el cinturón en su cuello y atrayéndola más a él- Y te romperé a golpe ese culo que tienes, hasta que seas capaz de comportarte. ¿Me has entendido?
-Si…Señor- Le dice ella gimiendo.

Darío mientras la sigue penetrando mete sus dedos en al boca de Ana, y empuja hasta pegar sus huevos contra ella. Ana nota las embestidas con tanta fuerza, que apunto esta de acabar.
-No se te ocurra- Jadea Darío-acabar, hasta que yo te lo diga
La toma de las tetas y empieza a pellizcarle con fuerza los pezones. El placer viene y va. Él controla su cabeza, controla su cuerpo y sus jadeos, controla el placer que viene en oleadas para luego quitárselo con un pellizco, o un golpe seco que la hace estremecerse, luego vuelve a penetrarla como una perra, metiéndole el pene hasta atrás, respirándola en su cuello, ahogándola con delicadeza para luego besarla y morderle los labios, comerle la lengua mientras la susurra lo puta que es.
-Eso es- La susurra - Ahora si.
Aquel vaivén de placer , provoca en Ana un orgasmo brutal que la hace convulsionarse mientras Darío que aun sigue embistiéndola sin compasión saca su pene de ella y se levanta para agarrarla del pelo y acabarse en su cara mientras la reboza el semen por toda su boca , metiéndole los dedos en la boca y haciéndoselos chupar .
-Trágatelo todo, zorrita. No derrames ni una gota o te haré limpiar el suelo con la lengua- La dice subiéndose la bragueta del pantalón.

Ana de rodillas, con el rimel corrido cayéndole por los ojos, como una caricatura se limpia la cara y se lame los labios

Darío la mira los ojos y sonríe…

-Estas preciosa así- La dice besándola

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