miércoles, 4 de marzo de 2009

Lust (5)

La tarde del día cuatro, fue tranquila. Darío salió por temas de trabajo prácticamente toda la tarde, hasta casi llegada la noche y Ana la pasó con Jezabel en la casita, mientras Carlos dormía la siesta.

Hablaron durante toda la tarde de cómo Jezabel había conocido a Carlos, y de cómo este había a su vez conocido a Darío. La contó que Darío era un hombre solitario, que casi no le conocía pues no solía hablar de él y que lo poco que Carlos le había contado, era algún intercambio que compartieron tiempo atrás sin mayor importancia.

Después Jezabel se había marchado con Carlos y Ana volvió a quedarse sola. Darío había llegado a eso de las nueve de la noche, cenaron tranquilamente y dieron un paseo por el recinto hasta las tantas. Tras una sesión de televisión Ana se quedaba dormida sobre las rodillas de Darío y había despertado al día siguiente pero esta vez, Darío dormía a su lado en la misma cama.

Se tocó el culo, las marcas de los golpes del día anterior aun se notaban algo más ásperas que el resto de su piel. Se levantó de la cama y se miró las heridas y una sensación de orgullo paso por su cabeza. Se duchó y se vistió y bajo a hacer el desayuno para Darío. Cuando subió con la bandeja, el seguía dormido profundamente. Paso su mano por la cara, tenía una piel muy suave. Le acarició la mejilla y le beso en los labios y se preguntó si sería mejor para ella, coger las cosas y marcharse de allí y no mirar atrás antes de que fuera demasiado tarde.

Darío despertó justo cuando la puerta de abajo sonó. Carlos entraba dando un portazo y subía las escaleras a toda velocidad entrando atropelladamente en la habitación.
-Vamos hombre, que son las doce.
Darío lo miró frunciendo el ceño
-¿Qué cojones quieres?- Le dijo- Como si son las tres.
-Veo que ya la zorrita te trae el desayuno a la cama.-Dijo con sorna- Enséñame ese culo, a ver que preciosas marcas tienes. Ayer preferí marcharme por respeto.

Ana mira a Darío que desayuna tranquilamente en la cama esperando un gesto de aprobación que no tarda en llegar. Se baja los pantalones del chándal y las bragas y se da la vuelta enseñándole el culo a Carlos.
-¡Tremendo! Has tenido que liarla bien para conseguir eso.
-Digamos que la ha liado, sin más-Contestó Darío.
-Bueno- Continuó Carlos- A lo que venía- Lo que me pediste ayer, está listo Tenemos hora para las doce y media, así que no tardéis que no esperan.
-¿De que hablas?-Pregunto Ana mientras se ajustaba el pantalón.
Carlos la miró con una mueca irónica
-Es una sorpresa- Dijo saliendo por la puerta.
Una hora y media después Carlos, Darío y las dos chicas estaban en el pueblo. Entraron en un local donde les recibió una mujer de unos cuarenta años.
-¿Tu eres Ana, verdad? La preguntó dándole la mano- Acompáñame.

Ana miró a Darío con gesto de extrañeza y paso por una puerta que daba a una sala amplia con
una camilla en el centro, parecía un sitio donde hicieran tatuajes pero no vio ningún instrumento para ello. Darío entro detrás de ella. El resto esperó en la entrada. Cuando la mujer volvió a irse Darío hizo sentarse a Ana en una butaca que había en una esquina y poniéndose frente a ella en cuclillas la tomó de la mano y la miró a los ojos con una seriedad que la intimidó.
-Escúchame atentamente- La dijo- ¿Quieres seguir con esto Ana? Es importante que me mires a los ojos y me lo digas con toda seguridad.
-Me estas asustando- Le dijo preocupada- ¿Qué es este sitio?
La mujer asomó la cabeza por la puerta.
-Darío ¿Ya?- Preguntó.
-Dame dos minutos, ahora te aviso-Volvió a mirar a Ana- Vamos nena, necesito que pienses si estas segura de seguir con esto, y sobre todo que es lo que significa para ti todo lo que estas viviendo conmigo estos días. Es muy importante. De tu contestación dependerá lo siguiente y tú eliges esta vez.

Ana seguía sin enterarse muy bien de lo que estaba pasando. Si le dijera realmente lo que creía de todo eso, seguramente Darío no se lo creería. ¿Qué quería que le dijera? ¿Qué se estaba enamorando de él? ¿Qué si le decía una sola palabra, lo dejaría todo y renunciaría a su vida por seguirle? Todos esos pensamientos pasaron en milésimas de segundo por su cabeza. Darío le apretaba la mano con fuerza, pero seguía manteniéndose frío como un témpano con ella. Hubiera deseado que la abrazara, en esos momento y si hubiera sido así le diría que lo amaba, que en cuatro míseros días poseía de ella todo, pero la vergüenza y la inseguridad no la dejaron decir una sola palabra.
-Ana -Darío la levanto de la butaca por la mano- Contéstame. ¿Quieres seguir con esto?

Ana lo miró mientras Darío pasaba sus manos por su cintura y pegaba su cuerpo al suyo. Sus manos resbalaron por dentro del pantalón sobándola el culo.
-Si- Contestó Ana- Quiero seguir con esto.

Darío la tomo del culo con ambas manos, mientras la sobaba fue bajando el pantalón hasta que le quedo por debajo de las nalgas.

La agarró por la nuca, llevándola a una camilla, la recostó boca abajo ordenando que no se moviera.
-Mónica- Dijo- Ya puedes pasar.
Mientras la sujetaba contra el sillón la mujer entró nuevamente por la puerta. Ana no llegaba a verla, estaba boca abajo con Darío deteniéndola con suave firmeza.
- Ana- La susurró al oído- Ahora quiero que cierres los ojos y confíes en mí.

Ana sintió de repente miedo. Algo le decía que no iba todo bien. Darío la apretaba contra la camilla con fuerza apoyando su boca en su oído y susurrándola que estuviera tranquila y eso la alteró y la puso más nerviosa. ¿Qué estaba pasando? .Entonces, un dolor terrible se apoderó de ella. Un dolor que la atravesó la columna vertebral y se clavo en su cabeza como una aguja. Notó como la quemaba y la traspasaban las entrañas, notó el sonido y el dolor traspasar sus nalgas provocándola un alarido que sonó aterrador.

Intentó librarse de los brazos de Darío mientras el dolor la atravesaba pero era demasiado fuerte para poder moverse.
-Shh. La susurró. Aguanta un poco más ya está, ya está.
-¡Dios mío! ¿Qué me ha hecho?- Gimió Ana llorando y mirándose el culo, que la ardía.
La mujer la colocó en la nalga una gasa y la pego con esparadrapo sin dejarla ver que la había hecho. Mientras Darío la seguía sujetando para que no se cayera, pues el dolor era aun intenso y temía que se mareara.
-Lo has hecho muy bien Ana, muy bien- La abrazó mientras Ana lloraba como una niña sin saber todavía que la habían hecho , pero en ese momento sólo deseaba que el dolor pasara y lo que menos le importaba era que tenía en la nalga que tanto dolor la provocaba. Pensó mientras caminaba con Darío a la salida de la tienda, en un pendiente, seguramente era eso, pero no estaba segura y le dolía demasiado la cabeza para ponerse a mirar debajo de la gasa que mantenía oculto
lo que le habían hecho.

Darío dejo a Ana con Carlos y Jezabel en la entrada y volvió para pagar a la encargada de la tienda. Volvió, tomo por los hombros a Ana, que se había tomado una pastilla que Jezabel le había dado y medio adormilada se dejo llevar al coche y ahí para casa.

Despertó al atardecer en el sofá del salón, se incorporó velozmente y se quito la gasa del culo.
-¡Santo cielo!- Gritó tapándose la boca- ¡Me ha marcado! ¡Me ha marcado como una vaca a fuego!
No salía de su asombro, tenía una letra marcada con tinta. La letra D

Darío entró por la puerta del salón. Ya no tenía ese gesto cariñoso cuando la estaban marcando, volvía a tener esa expresión de hombre duro al que nada le hace daño.
-¿Y esto?- Le preguntó.
Darío pasó la mano por su culo, acariciando la marca. La bajo los pantalones y las bragas. La metió la lengua en la boca con una pasión que jamás había tenido con ella.
-Deberías sentirte orgullosa por llevar esa marca. Significa que me perteneces. Estoy convencido de que el día que te vayas de aquí, no olvidaras jamás esto. Y me aseguro de que así sea marcándote, para que cada vez que te quites la ropa, sola o para acostarte con alguien recuerdes que durante una semana tu voluntad, tu vida y toda tú fuiste mía.

Darío la separó las piernas, la apoya la cabeza sobre la mesa del salón y de una envestida la mete el pene por el culo.
-Así- Continuó- No olvidaras, lo puta que has llegado a ser- Ella gime mientras la toma por detrás.

La sujeta los senos con fuerza, para encajársela más al fondo, mientras la muerde la nuca y la agarra por el cuello con la otra mano apretándola con fuerza contra él.
Ana, esta muy caliente y separa más las piernas pegando sus nalgas con fuerza y clavándosela hasta el fondo.
- Me gusta- Dice- No pares por favor, no pares.
Darío sigue tomándola por el culo cuando la puerta de la entrada se abre, es Jezabel que viene a ver como se encuentra su nueva amiga. Se queda parada en la puerta con un gesto de sorpresa al ver que él continua penetrando a Ana sin inmutarse.
-Ven aquí Jezabel- Le dice- Haz algo útil
La joven se acerca. La coge por el pelo y la pone de rodillas a su izquierda .Saca el pene del culo de Ana y se la mete en la boca a Jezabel , esta empieza a lamérsela como una loca mientras le acaricia los huevos, con una de sus manos .Pasa su lengua por la punta , se la mete en la boca una y otra vez para luego lamerle los huevos hasta que Darío vuelve a metérsela entre las piernas a Ana que sigue con la cabeza apoyada en la mesa de pie , con el cuerpo sobre la encimera. La saca de nuevo y la da la vuelta con brusquedad, Jezabel la mete la lengua en la boca y empieza a masturbarla mientras Darío se la mete por delante. Ana se retuerce y gime como una loca mientras nota la lengua de Jezabel dentro de su boca buscando la suya.

Ana nota una punzada en las nalgas por el dolor de la marca, pero está tan cachonda que ni se para a pensarlo y sigue moviéndose mientras el pene de Darío sigue entrando y saliendo de su sexo y Jezabel la masturba hasta que se corre.

Darío deja de tomarla y coge a Jezabel por el pelo, se la vuelve a meter en la boca para que le limpie el miembro y la pone sobre la mesa.
-¿Tienes permiso para que te coja, eh puta?- La pregunta.
Ella le mira con sonrisa pícara y asiente con la cabeza mientras separa las piernas exponiéndose a Darío con descaro
-Contesta- La repite mientras la mete dos dedos en la vagina- Estas mojada zorra. Estas empapada como una perra.
- Cojéeme por favor- Le dice
-Ana, ponte a cuatro patas sobre ella, quiero que esta puta te coma el sexo- Dice- Y abre bien las piernas para que te vea bien.
Ana vuelve a subir a la mesa se pone a cuatro patas de espaldas a Darío sobre Jezabel que la pasa la lengua por la vagina mientras Darío se la mete de una envestida entre las piernas y empieza a penetrarla.
-Eso es. Así me gusta. Métele bien la lengua, dentro- Susurra -
Darío al ver la escena empieza a bombear con más fuerza. Jezabel le abre las nalgas mientras le pasa una y otra vez la lengua por el sexo para que él pueda verlo mucho mejor Ana mueve las caderas al ritmo de la lengua de Jezabel gimiendo y contoneándose.
-¡Voy a acabar, dios!- La saca del sexo de Jezabel y tira de ambas, fuera de la mesa. Se ponen de rodillas y las llena la cara de semen-¡Dios!

Jezabel que no se había ni quitado la falda, se incorpora totalmente llena de semen.
-Mira que pinta de zorra cachonda tienes ahora- La dice Darío mientras se sube el pantalón.
Ella se alisa la falda colocándola en su sitio y besa a Ana.
- Venía a ver que tal ibas, pero veo que no pierdes el tiempo. Te felicitó- Suspira- Tienes una bonita marca de tu Señor.
-Vamos, me arreglo y tomamos algo- Dice Ana- ¿Carlos viene?
-Si, estaba ocupado con cosas del trabajo, supongo- Dice suspirando.
Mientras Ana hacía café con Jezabel en la cocina, Darío se sentó en el sofá con el portátil. No tardó en aparecer Carlos.
-Me he cogido a tu perra- Le dijo Darío sin levantar la mirada del ordenado-Pero si te sirve de consuelo, no se ha corrido. Me pusieron tan caliente, viéndolas comerse el sexo que casi las tiro de la mesa de cabeza para acabar en sus caras.
Carlos soltó una carcajada.
-Si me pones una cerveza fría te perdono- Dijo
Darío dejo de teclear y lo miró. Cuando Jezabel volvió de la cocina y vio a Carlos en el sofá corrió a su lado y se puso de rodillas a los pies de él.

Ana no asimilaba esa entrega tan extrema de aquella joven, Carlos la pasaba la mano por la cabeza como si fuera una mascota sin mirarla y ella se preguntaba si algún día sería capaz de hacer aquello por Darío o por otro hombre. Era el quinto día, un viernes tarde. Sintió angustia cuando recordó que sólo le quedaban dos días para irse de allí. ¿Volvería a verlo alguna vez? ¿Sería capaz de decirle todo lo que estaba sintiendo? jamás había cedido a un hombre y mucho menos confesarle unos sentimientos tan fuertes. No se sentía capaz. Se imaginaba a Darío riéndose de sus palabras si así lo hacía Sentada en la silla, dio un sorbo al café recién hecho. Los observaba mientras tanto, ellos charlando, Jezabel orgullosa sentada en el suelo como una buena perra a los pies de su Amo. Angustia…. Maldita angustia

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