domingo, 25 de enero de 2009

Lust (2)

Había pasado una tarde de sexo duro con aquel hombre con el cual había conocido por un error. Compartiría con el una casa rural durante ocho días y ahora el juego le empezaba a gustar. ¿Sería capaz de aguantar sometida a los deseos de ese hombre?, ¿Acabaría enganchada de él por una mera apuesta consigo misma?

Su vida había sido tan aburrida durante tanto tiempo que aquella situación la excitaba tremendamente. No era lo que había planeado pero jamás experimento un sexo tan desquiciante, brutal y excitante como el que había tenido con Darío.

Tras aceptar su desafío y ducharse como él la había pedido bajo vestida con un pantalón de chándal y una camiseta de tirantes al piso de abajo. Darío estaba en la cocina preparando algo de comer ya que la sesión de sexo había durado un poco más de la cuenta.

-¿Tienes hambre?- La preguntó.

-Un poco.

-Bien, me gusta que se coman lo que preparo y tu no eres remilgada aunque estas un poco delgada. Haz algo útil y pon la mesa. Necesitas engordar un par de kilos.

Ana puso la mesa y no tardaron en sentarse a comer. Darío era un estupendo cocinero en pocos minutos había preparado un guiso exquisito.

-Escucha atentamente lo que te voy a decir. Esta tarde tengo bastante trabajo que quitarme de encima, así que no quiero que me entretengas moviendo ese culito a mí alrededor. Quiero que te vistas, bajes al pueblo y te compres algo bonito que ponerte esta noche para mí.

Ana le miró sorprendida. Estaba poniéndose de nuevo nerviosa. ¿Qué tendría preparado para ella?

-Has aceptado mi desafío. Así que no me mires con esa cara de susto y haz lo que te digo sin rechistar. Espero que tengas buen gusto para la ropa por que si veo algo que no me gusta te castigaré.

-Vale-Contestó Ana- Pero no se que tipo de cosas te gustan, casi no te conozco.

-Lo se. Por eso confío en que mi putita tenga la capacidad de escoger algo que me agrade sin necesidad de que yo se lo diga. Hoy quiero enseñarte ciertas normas de comportamiento que quiero que tengas cuando estés conmigo. ¿Algún problema?

-No. Será como tú digas. Así lo haré.

Trascurrida la comida Ana hizo lo que Darío le pidió. Bajo al pueblo, entró en una de las tiendas de lencería que encontró por el camino y tras varios modelos escogió uno de encaje negro, sujetador con una braguita de tira muy fina que le quedaba por la cadera, unas medias hasta los muslos que se unían a las braguitas y aprovechó y compró unos preciosos zapatos de tacón negros que la hacían las piernas aun más interminables. Por detrás la braguitas se metían por el culo a modo de tanga pero más elegantes. Pensó que ese estilo, encajaba probablemente con el gusto de Darío. Atrevido, elegante, con clase y sin resultar excesivamente burdo o pintoresco. Así que pagó la compra y como aún le sobraba un poco de tiempo paró en uno de los supermercados y compró un postre de chocolate pensando en que a Darío le gustaría para el postre de la cena.

Se sentía excitada con la idea de imaginar que sería capaz Darío aquella noche y la ponía cachonda. Ella estaba dispuesta a aguantar aquel desafío. No tenía nada que perder. Aquel hombre la volvía loca con su seguridad y su forma de follarla y lo más importante la estaba haciendo ver de lo que era capaz y que aquello que tanta vergüenza le resultaba pensar la ponía cachondísima vivirlo.

Habían pasado entre una y otra cosa prácticamente la tarde entera cuando llegó al recinto de casitas de madera. Paso por la casa principal del guarda para ver si tenía alguna llamada de teléfono a su nombre y tras comprobarlo se apresuró a llegar a la casa antes de que el postre de chocolate te la derritiera.

Darío estaba sentado en el sofá rodeado de papeles cuando llegó. La miro por encima del portátil que tenía delante sobre la mesa de centro de cristal y la hizo un gesto de saludo sin decir una palabra. Ella sonriéndole se dirigió a la cocina, depositó el postre en el congelador y volvió con las bolsas al salón. Subió a la habitación dejándolo todo sobre la cama y volvió a bajar.

- ¿Qué tal ha pasado la tarde mi putita? ¿Has comprado muchas cosas?- Preguntó cerrando el ordenador.

-Si he comprado lo que me has pedido. Espero que te guste lo que elegí.

-Bien así me gusta. Quítate la ropa.

-¿Ahora?

Darío se levanta y la da una bofetada en la cara .Ana queda sorprendía pero se pone para su sorpresa cachonda.

-No vuelvas a cuestionar o preguntar nada de lo que te digo. Simplemente hazlo.

Obedeció quedando totalmente desnuda delante de él. Darío se volvió a sentar en el sofá y la observó

-Date la vuelta, coloca las manos en la nuca y agáchate separando las piernas. Quiero ver mi coño.

Ana obedece, empieza a estar muy cachonda y teme que se de cuenta. Darío se incorpora y la pasa un dedo por el coño.

-¿Ya estas cachonda zorra?-La espeta

-Lo siento, no puedo remediarlo- Ana se mantiene inmóvil notando los dedos de Darío rozándole con delicadeza el coño. Jugando con su sexo.

Tira de sus piernas hacía atrás acercándola a él. Su coño esta a tan sólo varios centímetros de su cara .Ana se ruboriza cuando nota como Darío se acerca de olerla el coño como si fuera un depravado.

-Hueles bien, eso me agrada me gusta que mi zorra este siempre limpia.

-Gracias.

Entonces Darío la pasa la lengua por el coño. Ella suelta un gemido cuando nota su lengua abrirse paso entre sus labios y jugar con su coño pasando una y otra vez la lengua por él, mientras sigue metiéndola los dedos. Follándola con la lengua y la mano una y otra vez. Ella no soporta la situación esta muy cachonda y sus muslos chorrean sus flujos mientras mueve el culo. Baja sus manos y entonces nota un golpe seco en su muslo derecho.

-Tranquila zorrita. No te he dicho que bajes las manos.

Ana sube las manos a la nuca y vuelve a sentir la lengua de Darío en su coño follándola una y otra vez.

El placer es desconcertante, le tiemblan las piernas. Darío separa con las manos sus muslos y lame su coño una y otra vez.

Para de golpe tiene la polla durísima .La coge por el pelo la obliga a subir las escaleras de la casa.

-¿Dónde vamos?-Le pregunta.

-Eso a ti no te importa

Abre la puerta de la habitación del final del pasillo, donde el duerme y la obliga a pasar.

-Ponte a cuatro patas en la cama con las piernas abiertas y no te muevas. Hoy vamos a ver de que estas hecha y si como tú dices eres capaz de aguantar lo que sea.

Ana no entiende nada pero obedece y se coloca como Darío le ha dicho. Él se va advirtiéndola que no se mueva.

Durante el raro que Ana queda sola en la habitación un montón de cosas le pasan por la cabeza. Desnuda, sobre la cama de un hombre que casi no conoce se pregunta como ha podido llegar a esa situación. Tiene el coño aun empapado y la excitación no acaba de irse. Darío la vuelve loca pero no esta dispuesta a perder aquella “apuesta “consigo misma y volver a una rutina destructiva para ella. El corazón comienza a latir con fuerza cuando oye en el piso de abajo que la puerta de la entrada se abre y una segunda voz de un hombre retumba en sus oídos. A punto esta de incorporarse en la cama pero su cabeza la dice que no debe moverse, que debe permanecer quieta hasta que vuelva Darío. Oye como suben las escaleras y empieza a ponerse muy nerviosa. La puerta de la habitación se abre. Sin mirar hacía atrás permanece quieta oyendo los pasos.

-Ni se te ocurra mover la cabeza. Mira al frente y separa más las piernas- Oye decir a Darío-¿Qué te parece la zorrita? ¿Esta buena eh?

-Coño, Darío. Tus gustos siguen siendo igual de buenos

La voz de aquel hombre la altera aún más. Ana se siente ridícula en aquella posición, pero sigue inmóvil oyendo su propia respiración.

Nota la mano de Darío pasar por sus muslos, rozarle el coño con la mano, mientras el otro hombre que aun no ha podido ver la cara parece sentarse en una de las sillas que hay en la habitación.

-¿De donde la sacaste cabrón?- Le pregunta

-Nos dieron por error la misma casa y parece que tenemos en común mas de lo que creía ¿Verdad nena?-Darío la coge del mentón y la gira la cara hacia él.

Ana sonríe con un gesto de incomodidad. Darío se ríe y la da una palmada en el culo.

No sabe por que, no entiende nada pero aquella situación la pone cachonda. Esta expuesta ante él y ante otro hombre que no puede ver. Varias veces pensó en girar la cabeza pero estaba segura de que si así lo hacía Darío se enfadaría con ella.

-No la veo la cara- Dice la voz del desconocido- Que se gire hacía aquí.

Darío se acerca de Ana y la susurra al oído.

-Vamos mi putita, complace a mi amigo y date la vuelta ¿No lo has escuchado?

Ella entonces gira y por fin ve el rostro del hombre, sentado en la silla con las piernas separadas y el codo apoyado en el reposa-brazos de madera. Es un hombre joven de la edad de Darío con el pelo castaño y mirada desafiante. Sonríe cuando ella lo mira.

-Es muy bonita. Te felicito. Tiene unas buenas tetas, para mi gusto pequeñas, pero bien puestas y esa mirada desafiante me gusta. ¿Qué años tienes Ana?

-Treinta y dos años-Contesta ella

Darío se había sentado en la silla de al lado y permanecía en silencio mirándola .Ella se preguntaba que querría hacer con ella, por que aquel hombre estaba allí, pero no tardo en comprender que era una prueba más que la tenía preparada. El hombre prosiguió su conversación.

-Me llamo Carlos y soy amigo de Darío desde hace muchos años. Acabo de llegar al recinto turístico y estoy dos casas más abajo.

Avergonzada por su postura, a cuatro patas mirando de frente al piecero de la cama y aquel hombre que no conoce de nada sonríe de mala gana.

-Vamos Ana. Dale a mi amigo la bienvenida que se merece.

Ella lo mira sin moverse extrañada, Darío frunce el ceño.

-¿Qué no has entendido?- La espeta

Se levanta y la coge del pelo arrastrándola fuera de la cama y poniéndola de un empujón de rodillas delante de Carlos. Entonces el hombre que esboza una sonrisa burlona se baja la bragueta del pantalón y saca una enorme polla que apunto esta de darle en la cara a Ana. Ella mira Darío.

-Vamos- La dice sentándose de nuevo en la silla.

Ana se mete la polla de Carlos en la boca, el cual empujando se la clava hasta la garganta de un golpe. Chupa su rabo mientras Darío observa como lo hace.

-¡Joder!-Dice Carlos-La chupa bien tu zorrita.

Está cachonda, pero teme que Darío se de cuenta, intenta disimular que su coño empieza a mojarse pero este no tarda en ponerse detrás de ella y clavarle la polla desde atrás mientras sigue chupando la polla de su amigo. La sujeta la cabeza por los pelos. La obliga a tragársela entera mientras la bombea con fuerza una y otra vez.

Carlos empieza a gemir con fuerza y no tarda en acabar en la boca de Ana, que aunque intenta sacarla de su boca Darío se lo impide obligándola a tragarse toda la semen que salía de él. Entonces la coge por la frente apoyando la palma de la mano en ella, la empuja hacía atrás y obligándola a mirar a su amigo la sigue follando con fuerza.

-Mira la putita como le gusta que la follen duro- Dice Carlos subiéndose la bragueta de pantalón - ¿Qué pasa Anita, te vas a correr?

Ana esta cada vez más cachonda, las piernas le ceden y por reflejo apoya la mano en la pierna de Carlos que la coge de la muñeca y tira de ella hacia él. La tienen a cuatro patas Carlos la magrea las tetas mientras Darío la sigue dando embestidas. Así en esa posición que tantas veces había fantaseado Ana no tarda en acabar.

-Me voy a correr- Susurra.

Carlos la mete los dedos en la boca justo cuando ella nota una descarga de placer por su columna que la obliga a arquearse. Tiembla y se retuerce pero la tienen tan sujeta que casi no puede moverse. Entonces Darío saca su polla de dentro de ella se pone de pie y Carlos la coge del pelo la obliga a mantenerse de rodillas y la abre la boca, La semen de Darío se estampa en su cara cayéndole por la boca, el cuello y goteando por su pecho y estomago. Ella sigue convulsionándose y respirando con fuerza .Nota un golpe seco en la cara a modo bofetada. Darío la mira de pie frente a ella. Carlos sigue sentado detrás.

-¿Qué se dice?-La pregunta

-Gracias

-Buena chica-Contesta Darío-Date una ducha y vístete. Nos vamos al pueblo.

Ana se incorpora.

-Espera-Darío abre el armario y rebusca entre la ropa de Ana. Saca un vestido de tirantes azul y lo tira en la cama-Ponte esto y no te pongas bragas ni sujetador .Te quiero ligerita de ropa.

Carlos se ríe.

-Puto cabrón, no cambiaras en la vida- Le dice levantándose de la silla y saliendo por la puerta. Darío le sigue cerrando la puerta tras de sí.

Las calles del pueblo estaban llenas de gente. Es un pueblo pequeño pero muy bonito. Entran en una de las cafeterías. Ana no para de bajarse el vestido hacía bajo, al ser tan corto teme que se le vea el coño por debajo de la tela sin ropa interior y camina con cuidado.

Para su desgracia el tirante derecho no hace más que caerle y al aire que sopla le pone los pezones duros. No esta acostumbrada a no llevar ropa y la situación le incomoda.

Se sientan en una de las mesas más próximas a la ventana y la camarera no tarda en llegar.

Piden unos helados.

-¿Así que esta situación es como una apuesta entre ambos?-Pregunta Carlos

-Bueno, él cree que no soy capaz de aguantar lo que me pide- Dice Ana sonriendo- No negaré que no estoy acostumbrada y esto es nuevo para mi pero…

-Pero te gusta-Darío se come el barquillo del helado de una sentada- Y me encanta que sea así por que hasta ahora ninguna mujer con la que he estado me había seguido el juego de esta manera. Mira que cosas tiene la vida .Estas confusiones…

Carlos vuelve a reírse y mira a Ana mientras chupa el barquillo con timidez.

-Ana - Dice entonces Darío- Ve a la barra y tráeme servilletas.

-¿Pero si tienes aquí?

-Ya, pero quiero aquellas- Darío señala la barra

Se da cuenta lo que quiere hacer. Ana suspirando se levanta de la mesa. Se aproxima a la barra e intenta coger la caja de servilletas pero la barra es muy profunda y no llega. Sabe que si se inclina en exceso todo el mundo se dará cuenta de que no tiene bragas así que vuelve a intentar sujetándose el vestido con una mano cogerlas pero no llega. Mira a sus acompañantes que esperan sonrientes que se incline. Frunce el ceño, mira a su alrededor y cuando cree que nadie mira se inclina de golpe sobre la barra y el vestido se le sube con descaro.

-Dios mío que no se den cuenta, que no se den cuenta- Se dice así misma.

Coge las servilletas y se dispone a volver a la mesa. Varios hombres sentados en una de las mesas la observan estupefactos sin mediar palabra. Baja la cabeza y vuelve a su sitio avergonzada mientras aquellos hombres que acaban de verla el coño se ríen y cuchichean entre ellos. Darío la espera sonriente y saluda a los hombres de la mesa de enfrente

-Eres un cabrón- Le dice Ana sentándose

-Lo se, no me dices nada nuevo. Comete el helado y date prisa. Tengo que hacer muchas cosas.

-Yo sintiéndolo mucho tengo que irme - Dice Carlos- No vemos esta noche en mi casa

Se levanta de la mesa pasando al lado de Ana, la coge la mano y la besa.

-Un placer conocerte preciosa- Tira de ella y la levanta. La mesa de los hombres de enfrente controlan a Ana por si surge un espectáculo como el anterior.

- Lo mismo digo Carlos

El la besa en la boca y le pasa la mano por entre las piernas en medio de la cafetería. Ana se pone nerviosa al notar que todo el local esta mirando para ellos. No sabe donde meterse y la vergüenza la sube por el cuerpo mientras Carlos la besa y mete la lengua en la boca.

-La chupas de lujo- La susurra y se va.

Ana se vuelve a sentar en la mesa y acaba el helado mientras Darío la observa y se ríe. Ella esboza una leve sonrisa.

No hay comentarios.: